Una serie de estudios científicos realizados en Panamá proporcionan nuevas luces sobre los efectos negativos del ruido, acoso y otras prácticas desacertadas durante los avistamientos turísticos de ballenas y delfines.
Dos recientes estudios científicos realizados en aguas panameñas muestran que prácticas incorrectas de avistamiento generan secuelas en el comportamiento, sistemas de comunicación y estados emocionales de los animales.
Una de las investigaciones se desarrolló dentro del área protegida del Archipiélago de Las Perlas, en donde monitorearon a ballenas jorobadas durante su temporada de reproducción (de agosto a septiembre) y registraron que con frecuencia los barcos de observación turística ignoraban las normas establecidas para proteger a las ballenas: Las perseguían deliberadamente, acercándose demasiado a las ballenas adultas y a sus crías, lo que las obliga a cambiar de comportamiento. Uno de los hallazgos realizados por el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) y la Universidad Estatal de Arizona, Estados Unidos.
En este estudio se demostró que las ballenas cambiaban de dirección con más frecuencia cuando estaban presentes más de dos o tres embarcaciones turísticas y los grupos de ballenas que incluían una cría tomaban otro rumbo con más frecuencia que otros tipos de grupos.
El estudio reveló que en Las Perlas, donde las ballenas van a reproducirse, se pudo observar comportamientos de acoso, con 10 botes turísticos rodeando a una madre y a su cría. Sin embargo, hay esperanza, ya que también se pudo conversar con turistas y operadores que defienden las mejores prácticas de avistamiento de ballenas y los esfuerzos de conservación. La protección de los delfines también está muy relacionado con cumplir las normas de avistamiento responsables.
El avistamiento de ballenas está aumentando en todo el mundo y, de acuerdo con la Comisión Ballenera Internacional, esta actividad genera unos 2,500 millones de dólares al año.
El estudio se realizó también con los delfines en Bocas del Toro, en la Bahía de los Delfines, por una estudiante panameña con un doctorado de la Universidad de McGill, en Canadá. El reporte indica que un gran número de botes turísticos siguen a los delfines durante largos períodos, lo que interrumpe la alimentación y los comportamientos sociales y, a veces, lesiona a los animales. Las madres y sus crías pueden separarse. En estas circunstancias, es probable que los delfines se estresen y estén más alerta. Estos estados emocionales se pueden detectar en la modulación del contorno de su característico silbido”.
Los delfines producen “clics” de ecolocalización para navegar y localizar alimento, mientras que sus sonidos o silbidos son para socializar, fortalecer la cohesión del grupo y la comunicación entre las parejas de madres y crías y “con este estudio hemos podido verificar científicamente cómo el ruido de los botes turísticos afecta el sistema de comunicación de esta especie.