Panamá dio un gran paso para proteger sus mares, al ampliar su reserva marina en aguas del Pacífico a 67.742 kilómetros cuadrados, un área casi tan grande como la superficie del país. Un proyecto que se ha realizado con el apoyo de expertos del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales.
La ampliación se encuentra en la Cordillera de Coiba, un amplio espacio rico en recursos pesqueros, pero también importante punto de encuentro de especies marinas que hallan en la región abundantes alimentos. Incluye nueve cadenas montañosas, con montañas marinas donde varias superan los 3.000 metros de altura y donde, según los científicos involucrados en el proyecto, habitan al menos 14 especies de mamíferos marinos. La zona es punto de alimentación y reproducción de tortugas marinas, marlines (o peces vela), tiburones y ballenas, incluyendo especies consideradas vulnerables o en peligro de extinción.
Los estudios realizados por los expertos del Smithsonian muestran que entre las naves que atraviesan la zona protegida están buques de la marina mercante internacional, aunque los petroleros son los que más recorren el área. También hay buques pesqueros internacionales que realizan actividades de pesca industrial con redes de cerco para capturar atún de forma ilegal, una actividad que genera ganancias valoradas en cinco millones de dólares anuales. Otras especies, como el tiburón, también sufren las consecuencias de la captura ilegal. El plan es reducir el esfuerzo pesquero en el área y permitir que los recursos puedan llegar hasta la zona más cercana a la costa, donde está la flota artesanal panameña, que no tiene la autonomía de trasladarse hasta el sur. Asegurando que la pesca que se permitirá es selectiva para que no afecte a otras especies como tiburones o tortugas, lo que es una contribución sólida a la conservación. Con esto se permite que el recurso se recupere, ya que no se extraerá de forma destructiva, y beneficiará a las economías locales.